Este es el título del capitulo 17 de mi libro Meditación contemplativa. presencia, gozo y silencio.
Extracto del capítulo 17. Céntrate en la vid en vez de en las uvas
«Volveos hacia la fuente y todo os será dado.» Franz Jálics
Celebra que estás aquí. En la meditación conecta con lo que te da vida y te ayuda a celebrar. No es una práctica penosa, dura y que nos implique machacarnos y esforzarnos con dureza. Es una celebración de la alegría de haber nacido. De poder vivir y ver con nuestros propios ojos la maravilla de la existencia. En vez de lamentarnos por lo que no ha sido o no es, por lo que no va bien, quejándonos de lo que no funciona, conectemos con lo que sí que es y va bien, con lo que funciona, con lo mejor de lo que es y agradezcamos.
A lo largo del día estamos sometidos a muchas distracciones. En la práctica meditativa también. Sobre todo cuando estamos centrados en el yo, surgen muchas causas que nos distraen como son: dejarte absorber por tus problemas, tus preocupaciones, tus deseos, tus pensamientos, tus dolores, tus sentimientos, tu pasado, tu presente y tu futuro. En definitiva estás dándole vueltas a las cosas, “atado al yo”, y ello provoca múltiples ondas y oleaje en tu interior. Entonces te pones nervioso porque te parece que no estás avanzando. Te domina el deseo de inmediatez, de llegar a los resultados. La presión del rendimiento pone a prueba la paciencia. (…)
Se trata de vivir el ideal de San Benito: andar en la presencia de Dios. Cada vez que huyes del presente, te alejas de la presencia divina. Caminar en su Presencia facilita el gozar de cada paso que uno da. El desafío se nos presenta cuando nos invade la presión del afán de rendimiento, lo cual nos impulsa a entrar en la conciencia de la acción y de los logros. Dejamos de estar en la percepción y en la presencia y nuestros pensamientos corren, planifican y nos impulsan a actuar.
En los evangelios hay una conversación en la que Jesús utiliza la metáfora de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-8). La vid representa a Jesús, y el viñador al Padre, a Dios, a la fuente de vida, y los sarmientos a los apóstoles. Los sarmientos están unidos a la vid, por tanto es la metáfora de la unidad y la no-dualidad. «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto.» (Jn 15, 5) La función del sarmiento es producir la uva. Si toda su fuerza va dirigida en esa dirección, preocupada por dar suficientes frutos, ocupada en rendir al máximo en poco tiempo, comparándose con los otros sarmientos por si dan más o menos, mejor o peor fruta, planificando la próxima temporada, cómo lograr más jugo en la uva y un zumo más dulce, etc. se olvida de centrarse en lo que le da vida: la vid. Se centra tanto en rendir que tampoco se acuerda de que hay un viñador que cuida del todo. Cuanto más teme por sus frutos, más le da vueltas a sus problemas, más se esfuerza por rendir mejor, tanto menos es la fuerza vital que penetra en las uvas. Nublados por el afán de rendir, de lograr y de producir, olvidamos nutrirnos de lo que nos da vida. Nos agotamos.
El sentido de esta parábola consiste en dejar claro y decir a los pámpanos: ¡basta! Hay que dar un giro y dirigirse hacia la vid, comunicaros con lo que os da vida, conectar con la fuente vital, y fluirá la vitalidad necesaria para que viváis conectados y ofrezcáis lo mejor al mundo. Quien se nutre podrá nutrir. Contemplar en dirección del núcleo sano, de la presencia de la vid y del viñador en ti, es nutrirte. Cuando te nutres tus frutos serán mejores y más abundantes. Sentirás que no son “tus” frutos, sino que eres instrumento de la energía de vida, del manantial, del maná que llega a ti y actúa a través de ti «Volveos hacia la fuente y todo os será dado.»[i] El que actúa desde la presencia del núcleo sano, desde su centro, producirá, rendirá, pero sin desconectar de la vid y del Todo que la alimenta y le da vida.
[i] Jálics, Ejercicios de contemplación, Ed. Sígueme, Pág. 207.