Publicación coordinada por Miriam Subirana.
No hay tarea más urgente en nuestro país que el cultivo de valores positivos que ayuden a superar los males de nuestro tiempo. El mundo, y de él participa España toda, está invadido por la corrupción, las torturas, la violencia, el abuso de la libertad, la explotación económica, social y sexual sobre todo de menores, la injusticia social, la pobreza en aumento, la emigración y marginación crecientes, el racismo y la xenofobia. (…)
Somos, por ello, cada vez más conscientes de la necesidad de ponernos de acuerdo sobre las normas básicas de convivencia pacífica y cooperación para superar estos males. La sociedad mundial no es ya un conjunto de partes estancas sin relación las unas con las otras. Descubrimos que el vasto mundo es la “aldea global”, donde cualquier cosa que se haga en el más alejado punto del globo repercute, para bien o para mal, sobre los demás. El desarrollo de las comunicaciones ha hecho esto una realidad. Nuestra conducta repercute sobre los otros, por alejados que se encuentren, y luego vuelve hacia nosotros en una especie de impacto “boomerang”. (…)
Una educación en valores será entonces imprescindible, si no queremos deteriorar cada vez más el mundo físico, social o individual. Todo ello requiere que tomemos en serio la resolución de esos problemas y preparemos un futuro mejor, educando a los que se harán cargo mañana de la marcha de la sociedad. (…)
Es preciso encontrar en nosotros mismos las raíces que nos ayuden a fomentar una verdadera moral para todos y de todos, no la moral de mi grupo o de mi ideología, sino algo común a todos que ayude a mejorar. (…)
Así tendremos algo común de lo que partir. Y no divagaremos, sino que desarrollaremos lo que llevamos muy dentro de nosotros mismos. Las diferentes culturas humanas han sostenido que esta clave era la llamada regla de oro. (…)
El mundo va adelante cuando hay ayuda mutua; y camina hacia atrás cuando no la hay. Y estas reglas de conducta se deducen, por tanto, de las leyes fundamentales de la vida: conservar la vida, propagar la humanidad, y desarrollar nuestras potencialidades humanas. En una palabra es el dicho del poeta Píndaro: “Llega a ser lo que en el fondo eres”. Que es: Desarrolla todas las posibilidades constructivas que tienes en el fondo de tu ser. “Es preciso no solamente conservar la vida, sino propagarla y hacer que crezcan en nosotros las fuerzas del espíritu”, decía el premio Nobel de medicina Alexis Carrel. (…)
Es la necesidad de comprender que la violencia no se frena porque queremos resolverla sólo aplicando otra violencia para remediarla, y así creamos una espiral de violencia de la que no sabemos salir.
Los consejos prácticos de este volumen serán una ayuda importante para abrir un nuevo camino si se aplican en la educación.
Enrique Miret Magdalena. Teólogo Seglar. Profesor de Ética del Instituto Universitario de Teología de Madrid.